Hoy me van a permitir que haga más que una crónica un artículo de opinión, desde la primera persona y carente de toda objetividad. ¿O acaso no es eso la música? Un sentimiento irracional.
Digamos que en mi casa, Manuel Carrasco es democracia. O un ejemplo mucho mejor: es como el chocolate. Nos gusta a todos.
Pero eso no solo ocurre en mi casa. La venta de entradas desmesurada para ver al ex-triunfito, que ya se ha hecho un nombre propio, alaba el hecho de que tiene en su bolsillo a mayores, adolescentes y niños.
Y es que Manuel Carrasco no se cansa de conseguir hito tras hito. Primero fue un estadio contra todo pronóstico en Sevilla. Que se le quedó pequeño. Luego, conseguir el récord de asistencia a un concierto en 2022. Y volverlo a hacer llenando dos Estadios Olímpicos en Sevilla.
A la pregunta “¿y qué más le queda por conseguir?”, allá va un estadio Santiago Bernabéu a punto de agotar las entradas. El primer artista español en actuar en el nuevo recinto, y también será el primero en llenarlo.
Un Wizink Center a sus pies
¿Y cómo puede ser esto? Para encontrar una explicación tan solo tienes que ir a uno de sus conciertos y lo comprenderás.
Manuel Carrasco no solo presume de una discografía cargada de hits que podemos escuchar en Instagram, bodas, bautizos, comuniones, radios… También desprende una energía muy necesaria en estos días: alegría, optimismo, felicidad. No sin poca broma he escuchado a gente decir “es terapéutico”. Supongo que sí, la felicidad que desprende es terapéutica.
En esta ocasión, nos encontramos con un repertorio amplio, donde no faltaron sus últimos hits como Corazón y flecha, tema que da nombre a la gira, Ayer noche, Coquito o Vamos a contar mentiras, todas ellas de su último disco. Y entre todas ellas, un reguero de éxitos como lo son Tambores de guerra, Me dijeron de pequeño o Uno X Uno.
Después de una primera parte de concierto sin tregua, y como ya viene siendo habitual, Manuel Carrasco regaló al público un concierto acústico de grandes versiones, entre las que destacó un pasodoble y dos homenajes: a Jarabe de Palo interpretando Agua y a Joaquín Sabina, del que cantó Pongamos que hablo de Madrid, como no podía ser de otra manera.
Llegando al ecuador del concierto, la gran pasarela volvió a arder con grandes temas de su último disco y de anteriores, haciendo un mix en perfecta sintonía con las ganas del público de darlo todo. Así se sucedieron algunas canciones icónicas como No dejes de soñar, Déjame ser, Eres, o Qué bonito es querer.
Hacia el final, a falta ya de pocas canciones, Manuel Carrasco se acercó a un piano que presidía el final de la pasarela, desde donde interpretó el pasodoble Soy afortunado y Que nadie, esta última acompañado de Pucci, su increíble corista que presume de otros proyectos propios como Sweet Barrio que recomendamos encarecidamente.
Y desde ese mismo lugar, cerca de las miles de personas que se habían congregado en el Wizink Center, hizo el mayor homenaje de la noche. Manuel Carrasco cantó a piano Mujer de las mil batallas, el himno que acompañó a Elena Huelva en su proceso contra el cáncer y a la que le dedicó el final de la canción entre cientos de estrellas.
La parte final del concierto fue toda una explosión de energía y de color, que coronó con un nuevo homenaje a la ciudad que ha visto crecer a su familia y su carrera musical: Mi Madrid.
Y es que su Madrid se lo ha dejado bien claro: vamos a dejarnos el corazón en el Bernabéu.
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